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jueves, 21 de abril de 2011

Carestía de Agua y Conflicto

Ferran Izquierdo
Área de Derecho Internacional Público y de Relaciones Internacionales
Universidad Autònoma de Barcelona

La cuenca mediterránea es una de las regiones del mundo con más problemas de carestía de recursos hídricos y las previsiones hacen pensar en un futuro aún peor. Hasta la actualidad, la situación más grave se presentaba en la ribera sur, más árida que la europea, pero actualmente ya encontramos zonas extremadamente áridas y en proceso imparable de desertización en la ribera norte, sobre todo en el levante ibérico. La carestía de agua está provocando situaciones de conflicto que es necesario evitar y a las que se debe buscar una solución. Dichos conflictos pueden ser o bien nacionales –entre regiones o sectores económicos–, o bien internacionales, e incluso hay algunos que han sido provocados por eluso de este recurso vital como arma de guerra o de dominación. 

Algunos ejemplos recientes evidencian que, para hacer frente a estas situaciones, hay que utilizar los instrumentos que ya tenemos y pensar en otros nuevos. La situación más grave ha consistido en la utilización del agua como instrumento de guerra en Irak. La coalición formada por Estados Unidos y Gran Bretaña –desde la guerra de Kuwait en 1991 hasta la invasión de 2003– bombardeó y destruyó muchas infraestructuras hidrológicas para presionar a la población iraquí y para debilitar al gobierno de Sadam Husein, y actualmente algunos grupos de la resistencia hacen lo mismo para expulsar a laspotencias ocupantes y para impedir que se hagan con el control del país.
 
Aún hoy, los iraquíes están pagando un precio muy alto en salud y en bienestar por la falta de agua.

1. El Gobierno israelí está destruyendo infraestructuras hidrológicas palestinas para presionar a la población y asentar a las colonias judías. Asimismo, está utilizando las restricciones de agua de consumo doméstico y de regadío para permitir un mayor consumo de la población israelí y de los colonos judíos, ypara castigar a la población palestina. Y con la construcción del muro del apartheid sigue con su política de apropiación de pozos y de recursos hídricos. La compañía israelí de distribución de agua está haciendo negocio con los recursos de los territorios ocupados, y en la actualidad incluso ciertas empresas multinacionales participan en la explotación del agua del Golán. Al sur del Líbano, a pesar de la retirada del ejército israelí, el Gobierno de Tel Aviv intenta mantener el control del consumo del agua de los afluentes del río Jordán, el Hasbani y el Wazzani. Esa región libanesa necesita toda la ayuda posible pararecuperar la normalidad después de estar tantos años sometida a la ocupación militar israelí y a los choques armados, y en octubre de 2002 la administración de Beirut inauguró una estación de bombeo en el río Wazzani para suministraragua a una veintena de pueblos. El Gobierno israelí amenazó con una operación militar si extraían agua del río, en contra de la opinión de un informe de Naciones Unidas que afirmaba que el Líbano no violaba ninguna resolución
internacional por el hecho de sacar agua de los ríos.

2. Un vez más, el conflicto del agua toma una dimensión militar que dificulta la gestión de los recursosy amenaza la paz. También en el Golán la ocupación militar tiene unadimensión hídrica, ya que han sido muchas las voces de políticos y colonos israelíes que se niegan a devolver los territorios de los Altos del Golán a Siria con la excusa de que necesitanel agua de esa zona. Así, también en el Golán la invasión y la ocupación territorial están vinculadas a la conquista del agua por medios militares.

3. La gran víctima de los conflictos armados es la población civil, y el uso del agua para atacarla no es una excepción. Mientras la agresión a los civiles forme parte de la estrategia de guerra,el agua será un objetivo militar. Por esta azón, es necesario que se haga cumplir el Derecho Internacional que protege a las personas no armadas en caso de conflicto, y el primer ejemplo lo Carestía de agua y conflicto han de dar las Naciones Unidas y las potencias con capacidad de intervención mundial. El problema radica en que el ejemplo de Irak hace pensar lo contrario: para conseguir objetivos políticos y militares, se destruyeron las infraestructuras civiles, incluidas las hidrológicas, y se atacó el bienestar de la población provocando enfermedades, muertes, hambre y caos. Y en ningún momento se han pedido responsabilidades a los culpables. Bien al contrario, en Irak, la reconstrucción de las infraestructuras destruidas se está convirtiendo en un importante negocio para algunas compañías norteamericanas, y todo mueve a pensar que también puede abrir paso a la privatización grandes empresas. Una nueva cultura de protección de la población civil pasa por la protección de los recursos vitales, y uno de los primeros, si no el más importante, es el agua. Las infraestructuras hidrológicas no pueden ser ni objetivos ni instrumentos de guerra, ni tampoco pueden convertirse en el botín de las fuerzas de ocupación. Lo mismo cabe señalar en el caso de los territorios ocupados en Palestina.
 
Los recursos hídricos, al igual que la tierra, aún hoy continúan siendo objeto de apropiación colonial por parte de Israel. El Derecho Internacional prohíbe explícitamente lo que está haciendo el ejército israelí en Jerusalén, Cisjordania, la Franja de Gaza y los Altos del Golán, y también lo prohíbe el acuerdo adoptado tanto por la Autoridad Nacional Palestina como por el Gobierno israelí precisamente para proteger las infraestructuras hidrológicas.


4. Pero, a pesar de ello, el agua sigue siendo un instrumento de castigo colectivo, de represión de la población y un botín para las fuerzas israelíes de ocupación. Una vez más se puede ver que hay que imponer la cultura de protección de la población civil y un principio básico del Derecho: la ilegalidad del castigo colectivo. Un paso inicial en esta dirección  debe consistir en respetar el hecho de que el agua es un recurso vital que hay que salvaguardar; por lo tanto, no se puede utilizar ni como un arma ni como un instrumento de poder. En 2002, el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas dio un paso importante en esa dirección otorgando al agua la categoría de Derecho humano.

5. Sin llegar a esta virulencia, la carestía de agua ha abierto conflictos de distribución entre regiones y sectores  de consumo. En ocasiones, los recursos hídricos son compartidos entre diversos Estados, como sucede en Oriente Medio, y entonces la controversia se traslada al ámbito internacional. A pesar de que en estos casos el conflicto es más difícil de resolver, eso no significa que deba conducir a la violencia. La experiencia nos está mostrando que, si no hay otros enfrentamientos políticos y militares, el agua y el bienestar de la población no se convierten en motivo de guerra. No obstante, tampoco se convierten en motivo de cooperación, ni tan siquiera cuando está en peligro la supervivencia de la población. Y éste es un problema grave, ya que hay situaciones de escasez que sólo se pueden afrontar de manera eficiente con una gestión de los recursos en la que participen todas las partes implicadas en una cuenca hidrográfica.
 
Aunque en las áridas tierras del Mediterráneo oriental las poblaciones palestina y jordana ya están llegando a los mínimos vitales, los acuerdos firmados con Israel no son de cooperación, y ni siquiera se orientan en favor de una redistribución más justa de los recursos. Son acuerdos que congelan el statu quo favorable a Israel y que no se cumplen en el caso de los territorios ocupados palestinos. En el interior de los Estados la competencia entre regiones también puede convertirse en motivo de conflicto. El ejemplo más cercano lo tenemos en España con el Plan Hidrológico Nacional. Pero este caso no es el único, ya que en cualquier lugar en donde haya carestía la distribución es conflictiva, y en la cuenca mediterránea el agua se está convirtiendo cada vez más en un bien precioso. También crece la competencia entre los sectores de consumo. En la actualidad, todavía cerca del 70 % del agua dulce se dedica a la agricultura, incluso en los países más áridos. 

Hay regiones con extrema carestía de agua que producen una agricultura de regadío: frutas, verduras o flores destinadas a la exportación, con lo cual se está exportando agua. Y en muchas ocasiones esta producción está subvencionada, ya sea directamente, ya sea en el precio del agua. Al mismo tiempo, vemos que otros sectores de las mismas sociedades están pagando precios altísimos por el agua de consumo doméstico o industrial. También tenemos ejemplos de subvención directa en la exportación de agua, como sucede con la cuenca del Tordera, en cuya parte alta grandes empresas multinacionales hacen negocio vendiendo y exportando el agua del Montseny, secando ríos y acuíferos, y provocando problemas de suministro, hasta el punto de que en la parte baja de la cuenca, en Blanes, tienen que pagar para desalinizar y consumir un agua de mala calidad; es decir, están subvencionando la venta de agua del Montseny.
 
La carestía actual de recursos hídricos en las riberas del Mediterráneo obliga ya a pensar en nuevos modelos de gestión. Los conflictos abiertos, tanto internacionales como nacionales, deberían servir para mostrarnos que ya no basta con buscar nuevas fuentes o con redistribuir los recursos. En algunas regiones ya han llegado al límite, y el resto se está acercando a él muy rápidamente. Es necesario pensar en el agua de una forma diferente, y es necesario entender que se trata de un recurso precioso, vital y limitado. Por lo tanto, es un recurso que hay que proteger y gestionar priorizando las necesidades de la población y del medio ambiente. 

Seguramente éste sea el otro gran conflicto abierto: el choque entre el modo en que usamos los recursos hídricos y las necesidades del entorno natural. La desertización, la contaminación, la muerte de la flora y la fauna, así como la pérdida de ríos y acuíferos, son cada vez más un rasgo distintivo del Mediterráneo. En el conflicto entre el uso humano y el uso natural de los recursos todos salimos perdiendo, porque no entendemos que el medio natural es también nuestro medio ambiente.
 
Las situaciones conflictivas por causa del agua entre los Estados, entre las regiones, entre los sectores sociales, o entre el ser humano y la naturaleza tan sólo tienen una solución válida con vistas al futuro: buscar la confluencia de intereses a fin de que la gestión sea la adecuada para todos. Tenemos que entender que el ciclo del agua es un todo, y que si una de sus partes se deteriora, las otras no sólo no ganarán, sino que también lo pagarán. Hay que abrir el camino a una nueva cultura del agua que conduzca a una gestión global y cooperativa de las cuencas, de todos los sectores de consumo relacionados y del medio ambiente afectado. Sin este nuevo modelo de gestión, el agua continuará siendo un arma militar y política, continuará provocando
conflictos en lo referente a su distribución, la desertización avanzará y las personas que viven en la cuenca mediterránea sufrirán carestías cada vez más graves. Durante el año pasado las situaciones de conflicto por el agua en las riberas del Mediterráneo se han agravado, y en muchas regiones se está llegando a puntos límite y sin retorno. Para buscar soluciones, en las zonas más afectadas por la carestía, desde el Mediterráneo oriental hasta el occidental, cada vez se dejan oír con mayor fuerza las voces de quienes creen que el cambio de modelo de gestión de los recursos hídricos ya no puede esperar, y que para un futuro sostenible es necesaria una nueva cultura del agua. La preocupación mostrada por Naciones Unidas es un paso adelante, pero por el momento la acción de los Gobiernos todavíano nos permite ser optimistas.

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